jueves, 13 de octubre de 2011

Revista Siempre presente 6

Anécdotas de escritores
MARTÍN ADÁN. BIOGRAFÍA POÉTICA
En 1961, “Jorge Luis Borges llega de visita a Lima. El encuentro con Martín Adán tiene lugar en la librería de don Juan Mejía Baca, en el jirón Azángaro. El maestro argentino viene con su secretaria Celia Paschero, quien trata de reunir material para su tesis doctoral sobre poesía peruana contemporánea.
Al regresar a su país, ella le escribe una carta con un ruego:
“Martín Adán: ¿el motivo de esta carta?
Además de simplemente afectuoso, que es el más importante, este otro: pedirle a usted datos sobre su propia vida, si es posible contados con toda la sal que usted sabe poner en cuanto dice y escribe, porque ha ofrecido un artículo sobre usted en La Nación. Yo recién comienzo a publicar allí y quiero escribir un artículo humano, en el que se sienta su sangre y su piel… sé que todo este asunto puede resultarle muy fastidioso, pero en nombre de la simpatía que nos unió en cuanto nos conocimos, en nombre del cariño que yo le tengo, en nombre de mi profunda admiración por usted, por favor acceda a mis ruegos.
Deje usted de lado toda su bohemia o vuélvela íntegra en lo que me escriba y hábleme de usted. ¿Lo hará?
Martín Adán contestó con el siguiente poema:

ESCRITO A CIEGAS

¿Quieres tú saber de mi vida?
Yo sólo sé de mi paso,
de mi peso,
de mi tristeza y de mi zapato.
¿Por qué me preguntas quién soy,
a dónde voy?... Porque sabes harto
lo del poeta, el duro
y sensible volumen de mi ser humano,
que es un cuerpo y vocación,
sin embargo,
si nací, lo recuerda el año
aquel de quien no me acuerdo
porque vivo, porque me mato.



Mi Ángel no es el de la Guarda.
Mi Ángel es del Hartazgo y Retazo,
que me lleva sin término,
tropezando, siempre tropezando,
en esta sombra deslumbrante
que es la vida, y su engaño y su encanto.

No, no soy el que busca
el poema, ni siquiera la vida
soy un animal acosado por su ser
que es una verdad y una mentira.
(La Primera de Lima, del 09-01-2010)


JOSÉ MARÍA ARGUEDAS. LAS PENAS DE AMOR
            “En otra ocasión, siempre Arguedas, Martín Adán, Sebastián Salazar Bondy, y en el auto Juan Mejía Baca, repararon que una señora joven y hermosa llevaba puesto un vestido negro, de luto, y caminaba cimbreándose por la plaza de Chiclayo. Era prima de Juan Mejía. El editor contó que su prima había enviudado por tres veces. La última vez de un aviador.
             Seducidos por la figura de la dama, rijosos, le pidieron al amigo librero volver con el auto para observarla otra vez. José María, al verla de nuevo, no contuvo la emoción y comentó:
-       ¡Qué linda tu primita, Juan! Y luego le pide una vuelta más.
Y otra vez la exclamación…
-       ¡Linda la viudita, Juan! – repetía sin dejar de alabar el trasero de la joven de luto.
Y una vuelta más y otra más, ¡Qué linda la viudita, Juan!
            Martín Adán, cansado de escucharlo y cansado también de las vueltas, rompe su silencio y lo desafía:
-       Si tanto te gusta la viudita, baja pues, y éntrale.
El escritor lo miró, hosco, casi con pánico.
-       Estás coju… en ese cu… penan” (Escribano, 26).

ANTONIO CISNEROS. AHORA CON LAS MANOS, CAMARADAS
“En los año setenta, como una tromba, irrumpió en el escenario de la poesía peruana el grupo Hora Zero capitaneado por Jorge Pimentel y Juan Ramírez Ruiz. Sin más, los jóvenes poetas se alzaron contra los vates consagrados y otros poetas, jóvenes como ellos, que fulguraban en los medios escritos. Los cuestionamientos no solo eran de orden ideológico, sino también estéticos, literarios.
Uno de los blancos, a quien le dirigieron la puntería, fue a Antonio Cisneros, cantor de “Canto ceremonial contra un osos hormiguero” y Premio Casa de las Américas 1968. Uno de ellos lo desafió a un duelo de poema contra poema y ante un público casual para que, en pleno recital, la gente del común diga quién de los dos era mejor poeta.
Ese reto formó parte del contenido de uno de los primeros manifiestos que difundió, a manera de lanzallamas, el grupo horazeriano.
            Antonio Cisneros no se asustó. Con astucia de zorro, no pisó el palito, no aceptó el desafío, pero, eso sí, respondió el manifiesto.
            Han empezado con el pie derecho, camaradas. Ahora –les dijo- falta que escriban con las manos” (Escribano, 26).
Fuente: Primera, Diario La: Lima, 2009, 2010.
Libro ROSTROS DE MEMORIA de Pedro Escribano, 2009, trabaja en La República

Diario divergente
EL CAZADOR, SALIÓ CA…
            Un día, cuando recién estaba en secundaria, entró nuestro profesor tutor al salón, su mirada era agónica, parecía que había llorado demasiado. Nos saludó a todos, miró el techo del salón, y agarrándose el cuello quiso desahogar su pena profunda.
-Voy a contarles una historia, esto ocurrió hace varios años, en este colegio. Por tradición, el tutor de una sección de primer grado de secundaria no conoce a sus criaturas, hasta que discurre el primer bimestre. El corazón del tutor identifica quiénes son los “chancones” y los “no chancones”, quiénes son malcriados y los disciplinados. Después de beber las notas rojas, conversé personalmente con los “no chancones”, instándoles a que se preocuparan en cambiar.    
Cuando el sol cortejaba a su amada, en instantes que estaba en el centro del patio del colegio, me abordó un alumno “no chancón” y calmadamente me dijo:
-Profe, sabe, cada día tengo que levantarme a las cuatro de la mañana, debo de llevar los ajos al mercado Grau. A las diez debo regresar a mi casa, que está en el distrito de Ciudad Nueva, y debo cocinar el almuerzo para mi mamá y para mí; después, debo de dejar el almuerzo en el puesto de mi mamá, luego debo ir al colegio, a las 12,40. Salgo del colegio a las 06,15, como usted sabe, de ahí debo de comer algo, junto con mi mamá. Inmediatamente debo de comenzar a pelar los ajos, hasta las doce de la noche. Profesor ¿A qué hora puedo estudiar? ¿A qué hora debo de hacer mis trabajos del colegio?
Con semejante cuadro de trabajo infantil, tragué saliva. Me despedí del alumno, caminé despacio, mi conciencia pesaba cien toneladas. ¡Qué injusto había sido con él! ¡Qué indolente soy!
            Culminado el segundo bimestre, verifiqué las notas malísimas de ciertos alumnos y alumnas. Antes de iniciar el diálogo con el alumno trabajador, él se adelantó y me expresó:
            -Profe, sabe, mi papá ha decidido cambiarme de colegio, voy a trasladarme a uno que está cerca de mi casa, dentro de pocos días.
            Frente a tal situación, le dije que respetaba la decisión de su familia, y le sugerí que estudiara siempre.
            Terminó el tercer bimestre, y el niño vendedor seguía con sus cálidos rojos, y por fin, pude conversar con su mamá. Muy diplomáticamente le expresé que debía reducir las horas de trabajo de su menor hijo, que debía de acompañarlo en sus estudios… La señora me cortó las palabras, sonriendo:
            -Profesor, ¿quién le ha dicho que mi hijo pela y vende ajos en el mercado? Mi hijo ¡No hace nada! Él se preocupa de sus estudios, nada más, yo le doy de todo.
            “Yo”, que tengo cierta experiencia magisterial, “yo” que he leído varios libros espirituales, “yo” que he desarrollado ciertas percepciones, intuiciones… El cazador, salió cazador.
            Todos rieron, al escuchar el relato del profesor, menos yo, tenía un ajo en mi corazón. (Yer)  

Literatura popular
CASTIGO DIVINO
Hace varios siglos atrás ocurrió una historia trágica en la zona de Pachía. Se estaba desarrollando la recepción de un matrimonio, por el feliz enlace de una pareja de mucha fortuna. La comida abundaba, el buen vino sobraba.
Cuando la fiesta estaba en su esplendor, tocó la puerta principal un viejito pordiosero. Le abrió la puerta un invitado, quien lo lanzó a la calle, insultándole previamente. El anciano tenía sed, se armó de valor y tocó nuevamente la puerta, y fue echado a la calle por uno de los familiares de los recién casados.
Por tercera vez, el viejito tocó la puerta de la mansión, y salió el recién casado, quien insultó al anciano, amenazándolo con hacerlo llevar preso, si seguía molestando en la fiesta.  
Casi sin fuerzas, el viejito se retiró de la casa, de pronto le alcanzó la sirvienta de los recién casados, quien le hizo entrar a la cocina de la mansión, a ocultas. La sirvienta le dio agua, comida, le limpió la cara. La empleada doméstica era una indígena que había nacido en la sierra de Tacna. El viejito, antes de retirarse de la mansión, le dijo a la indígena:
-Recoge a tu hijo, avisa a tu esposo, y los tres abandonen de inmediato este lugar; caminen rápido, no volteen para atrás por ningún motivo, pase lo que pase, suban a ese cerro elevado y váyanse lejos, muy lejos.  
Sin demorarse, la indígena puso a su guagua en un aguayo, poniéndosela en la espalda. Luego le relató a su esposo lo que había pasado. Los dos comenzaron a subir el cerro elevado. Cuando estaban ascendiendo, ya en la mitad de la subida, comenzó a soplar un fuerte viento, que hizo que volara la gorrita del niño. El papá presuroso comenzó a bajar el cerro, tras el gorro del niño.
La mujer seguía subiendo el cerro, con mucha dificultad, de pronto comenzó a escuchar ruidos extraños: sonidos de quejas, agonías… Hasta que llegó a la parte más elevada del cerro, junto con su niñito, pero ella tenía curiosidad. Quería saber qué pasaba.      
Entonces la señora voltea, y mira que el pueblo de Pachía estaba totalmente inundado por las aguas del mar. Y ella, al romper la recomendación del anciano, se quedó convertida en piedra.   
En el inicio del lado occidental del cerro elevado, existe una piedra (antes, se decía que tenía inscripciones y que gentes malvadas han sacado los mensajes; en la actualidad, la piedra solo tiene varios huecos), ese es el padre de la criatura.
Hoy se ve la cúspide del cerro a una piedra que tiene forma de una mujer campesina, con un aguayo en la espalda. La base de la piedra termina en punta, y no se cae, en su base se encuentran bastantes ofrendas. Ella es la pacha mama.
En el inicio del lado oriental del gran cerro, se dice que existe una piedra pequeña que deambula, buscando a sus padres.  
Hasta la fecha siempre se oye el gran sonido de agua, al mediodía, unos dicen que es un río que pasa cerca de ahí. Otros dicen que es para que recuerden el castigo divino.
           Al comenzar la cadena de cerros, por el Sur, se observan varias piedras con forma de animales: ranas, lagartos, tortugas… La parte más elevada de dichos cerros se llama Pachamama, para recordarla antes se subía en la noche del 21 de junio, hoy se sube en la noche de jueves santo” (Anónimo. Versión oral recogida por Reymundo Hualpa, en 1988, en el cerro Pachamama, Pachía).

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